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  • humbertolocutor

“NUNCA PERMITAS QUE UNA HERIDA EN TU CORAZÓN, SEA MAS GRANDE QUE TU CAPACIDAD DE PERDÓN”. Gn 42:7-9


Génesis 42:7-9 “José reconoció a sus hermanos en cuanto los vio; pero hizo como que no los conocía, y hablándoles ásperamente les dijo: ¿De dónde habéis venido?… De Canaán, para comprar alimentos… y les dijo: Espías sois”.


Todos hemos escuchado a cerca del proceso que tuvo que travesar José para alinearse con el propósito de Dios, pero muy pocas veces nos ponemos en sus zapatos para poder entender todo lo que pudo haber significado para José el hecho que sus propios hermanos lo aborrecieran, hayan querido matarlo y lo hayan vendido como un vil esclavo.


Estas son cosas que a cualquiera por muy espiritual que parezca le pueden dañar su autoestima, herir su corazón y marcarlo para siempre. Dice la escritura que después que José fue exaltado como el hombre más importante sobre la tierra después de Faraón, vinieron siete años de abundancia en los cuales José se preparó almacenando alimentos para que la provisión no faltara en los siete años de vacas flacas que vendrían según lo reveló el sueño que tuvo el faraón.


El hambre vino como fue pronosticado sobre toda aquella región, tanto así que los hermanos de José se vieron obligados a buscar alimentos en tierra de Egipto sin saber que el hermano al que tanto le habían hecho la vida imposible ahora era el amo y señor de aquel lugar.


Dice la escritura que cuando José los vio los reconoció, pero se hizo como si no los conociera, ¿porque reaccionó de esa manera José? Seguramente porque al verlos de nuevo recordó todo el daño que le habían hecho y no estaba preparado para perdonarlos por lo que hicieron, por eso les hablo ásperamente y los acusó de ser espías, era claro que José le quería cobrar a sus hermanos el mal que le causaron.


Sin embargo, después de liberar su corazón de todo ese resentimiento que por años había acumulado, decidió restaurar su relación con ellos, pero me pregunto: ¿Qué hubiese pasado si José no desata el perdón a sus hermanos?


Lo más seguro es que el propósito de Dios no se hubiese podido completar, porque el sueño que Dios le dio a José no consistía solamente en colocarlo a él en lugar de privilegio, sino que desde esa posición de honra, él sería usado por Dios como instrumento de bendición para el resto de su familia y sus futuras generaciones.


Si José no desata el perdón y trata a sus hermanos con misericordia, toda su descendencia hubiese perecido de hambre y jamás las multitudes como las estrellas del cielo y como la arena del mar hubiesen entrado a la tierra que fluía leche y miel, como Dios se lo prometió a Abraham.


Es cierto que los hermanos de José fueron injustos con él, pero el daño que hubiese causado José sino los perdona hubiese sido mucho mayor.


Muchas veces al igual que José tomamos la decisión equivocada de no perdonar el daño que nos causaron, nos aferramos al dolor y a la esperanza de poder ver con nuestros propios ojos como nuestros verdugos reciben su merecido castigo, sin darnos cuenta que la falta de perdón, no solo nos afecta a nosotros mismos, sino que puede terminar afectando a mucha gente inocente.


En ocasiones actuamos de manera egoísta pensando solo en nuestro bienestar, si antes de endurecer el corazón con nuestra falta de perdón, nos detuviéramos a pensar por un instante en todo el daño y las consecuencias que podríamos ocasionarle a las personas que nos rodean, de seguro lo pensaríamos dos veces antes de cometer una locura como esta.


¿Cuántos matrimonios con futuro, relaciones, familias, proyectos, cuántas generaciones de testimonio se han destruido la falta de perdón?, ¿Cuántas muertes, desgracias, procesos judiciales, cuantos hijos abandonados sin sus padres se hubiesen evitado si a tiempo hubiésemos desatado el perdón?


Sabes que si perdonas puedes cambiar el destino no solo tuyo sino el de muchas personas, no guardes más resentimiento por lo que te hicieron “Nunca permitas que una herida en tu corazón, sea más grande que tu capacidad de perdón”.


“Cuando el veneno de la amargura ha hecho su efecto en el corazón, las ofensas y heridas sufridas se convierten en tema de conversación y el deseo de venganza termina siendo mucho más que una simple obsesión. Cuídate cuando hables, porque las palabras que salen de un corazón herido causan un daño irreparable. La amargura es una silenciosa enfermedad que solo el perdón puede sanar”.


Humberto Cancio.


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