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“¿SI DIOS NOS AMÓ SIN CONDICIONES, PORQUE ESPERAR QUE OTROS HAGAN MÉRITOS PARA PODER AMARLOS?”.


Juan 13:34-35 “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor los unos a los otros”.


En el contexto encontramos a Jesús sentado a la mesa con sus discípulos compartiendo la última cena, sabiendo que su muerte se avecinaba aprovechó para dejarles a ellos y por supuesto a nosotros un mandamiento nuevo, aclaro, “mandamiento”. ¿Por qué enfatizo esta palabra? Porque pareciera que Dios nos hubiese dado una sugerencia y no una orden y las ordenes son para cumplirlas, no para cuestionarlas o filosofarlas, las ordenes se deben obedecer queramos o no, nos parezca o no.


Una persona que se pasa un semáforo en rojo, abiertamente está incumpliendo una ley o un mandamiento, haber desobedecido esa norma de transito podría traerle graves consecuencias, como ocasionar un accidente o recibir un comparendo.


Las leyes o los mandamientos tienen como finalidad principal conservar el orden institucional de los pueblos, en una nación donde nadie obedece las leyes se produce el desorden, el caos social y la anarquía.


¿Qué cree usted podría pasar en el mundo si ninguno se somete a las leyes del reino de Dios que están establecidas en su palabra? De seguro se generaría una total descomposición social y caeríamos en la más grande crisis de valores como lo estamos viendo hoy día.


No solo en la sociedad entera, sino al interior de las familias, todo porque Jesús nos mandó que nos amaramos los unos a los otros, pero parece que Él nos hubiera dicho: “Destrúyanse los unos a los otros, mátense los unos a los otros, ódiense los unos a los otros”.


¿Cuántos hijos aborrecen a sus padres?, ¿Cuántos padres aborrecen a sus hijos?, ¿Cuántos hermanos se odian entre sí mismos? Eso no fue lo que Dios nos dijo que hiciéramos.


La orden que Dios nos dio es que nos amaramos los unos a los otros, ahora, es fácil amar a quien te ama, pero la virtud del verdadero amor es amar a quien no se lo merece. Así lo dejó establecido el señor en su palabra.


Mateo 5:44-46 “Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. 46 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?”


Jesús dijo: Amen a sus enemigos y lo que hacemos es odiarlos; nos dijo: Bendigan a los que los maldicen y terminamos maldiciéndolos también; nos dijo que hiciéramos bien a los que nos aborrecen y lo que les deseamos es el mal. Si tan solo hiciéramos caso al mandamiento que Jesús nos dejó, el mundo fuera distinto.


“Un padre solía decirle a sus hijos: Tal vez haya alguna diferencia entre nosotros dentro de estas paredes, pero recordemos siempre que somos una familia. Si tu hermano te necesita…ocúpate de él, quiérelo y ponte de su lado”.


Si Dios es nuestro padre, nosotros somos hermanos, somos una familia, no nos sigamos haciendo daño entre nosotros mismos.


“Cuando se ama de verdad no se puede permanecer indiferente ante los demás. En un corazón donde realmente mora la presencia de Dios, no existe lugar para el odio y el rencor. Este mundo perverso y perdido en la violencia y la maldad solo podrá ser conquistado por el amor de Dios, usted y yo hemos sido llamados a manifestarlo”.


Humberto Cancio.


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