Juan 20:19 “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros”.
Después de la muerte de Jesús, sus discípulos y seguidores fueron víctimas de la más cruel y despiadada persecución, que los llevó a ser dispersados por todo el mundo lo que se conoció como la diáspora.
Sobre la vida de todos aquellos que profesaban la fe en Jesucristo se ceñía una sentencia de muerte, esta fue la razón por la que tuvieron que esconderse para no correr la misma suerte del maestro.
Y aunque Jesús les había advertido al respecto en Mateo 26:31 “Heriré al pastor y las ovejas del rebaño se dispersaran”. Y efectivamente como él lo dijo estaba ocurriendo, el detalle fue que ellos se olvidaron de lo que también Jesús dijo en el verso siguiente: Mateo 26:32 “Pero después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea”.
Esta palabra de Jesús debió ser suficiente para ellos haber mantenido la confianza aun en medio de toda la persecusión a la que estaban siendo sometidos; pero lo que hicieron fue encerrarse, por miedo a que los pudieran matar.
Sin embargo, la palabra que Jesús les había dicho cuando estaba vivo, no murió con Él en la cruz, por eso después de su resurrección se presentó ante ellos como lo había prometido, y les dice “Paz a vosotros”, en otras palabras, tranquilos no hay nada que temer.
Los discípulos seguramente esperaban que en cualquier momento alguien entrara por esa puerta y los atrapara, pero quien entró fue el mismo Jesús trayendo consuelo a sus almas angustiadas.
Es cierto que paz significa bienestar, tranquilidad, pero no quiere decir ausencia de guerras o de problemas. Es la paz que resulta de la reconciliación del hombre con Dios. Cuando una persona entiende que por gracia Jesús perdonó sus pecados en la cruz del calvario eso produce paz. Produce paz el saber que Jesús no resucitó solo, sino que nosotros resucitamos con Él como lo afirma Efesios 2:5-6.
Y cuando esa paz viene la persona puede estar en medio de conflictos, dolor o dificultades y nada de esto le podrá robar la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. La paz es un fruto del espíritu de manera que perder la paz no es otra cosa que perder la presencia de Dios.
“Lo que trae paz a nuestra vida, no es la ausencia de problemas, sino la presencia de Dios en nuestro corazón”.
“Paz no es ausencia de turbación, sino descanso en medio de la tribulación. El hecho que estés abrumado, no quiere decir que Dios te haya abandonado, o que por tu problema no haber solucionado, Él de ti se haya olvidado. Dios obrará en tu vida, aunque te sientas descalificado y hará de ti un vencedor, aunque te consideres derrotado”.
Humberto Cancio.
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