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“LO PEOR DEL DESIERTO NO ES QUE TENGAMOS QUE ATRAVESARLO, SINO QUE NO APRENDAMOS NADA DE EL”.


Números 13:33 "También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos”.


Después de una larga y prolongada espera el pueblo de Israel por fin se encuentra a tan solo unos pasos de alcanzar el sueño que por tanto habían aguardado. La tierra prometida estaba ante sus ojos, pero antes de entregárselas el señor decide hacerles un último examen para ver como se encontraba su nivel de fe, para conocer que tanto habían aprendido a confiar en el desierto.


Como eran esclavos en Egipto ellos tenían que trabajar para poder recibir algo, bajo el yugo de Faraón sino trabajaban no comían y aunque sus cuerpos lograron salir de Egipto, sus mentes jamás se pudieron liberar de ese toxico patrón de pensamiento que aun en nuestros días nos sigue esclavizando.


Para ellos no debió ser fácil, después de estar acostumbrados ha trabajar para obtener su sustento, tener ahora que depender de Dios, pero no existía otra manera de enseñarles por eso los lleva al desierto donde no había nada.


Dios les libertó de la cautividad de Egipto, la presencia de Dios nunca se aparto de ellos, les sustentó con Maná, les dio codornices, les sació con agua de la roca, les abrió el mar para que pasaran al otro lado y en medio de el destruyó a todos sus enemigos, pero parece que toda esa experiencia del desierto no les sirvió absolutamente para nada, porque cuando vienen de reconocer la tierra 10 de los 12 espías lo que hacen es hablar negativamente.


El examen arrojo como resultado que de nada les sirvió el desierto, “lo peor del desierto no es que tengamos que pasar por el, sino que no aprendamos nada de el”, porque irremediablemente tendremos que repetir la lección. Israel debía llegar a la tierra prometida en 11 días, pero ellos se demoraron 40 años: “No fue Dios quien los tuvo 40 años en el desierto, fueron ellos los que tuvieron a Dios en el desierto 40 años”.


Una prueba, un problema, una dificultad sencillamente son oportunidades para poner a prueba nuestra confianza en Dios, lamentablemente cuando muchos se ven enfrentados a ellas, empiezan como los diez espías a quejarse, a decir que ellos eran como langostas y que así le parecían a sus enemigos.


Mas Dios lo que espera es que saquemos a relucir ese espíritu superior que tenían Josué y Caleb, para decir a los gigantes llámense como se llamen: “Si Jehová esta con nosotros, nosotros los comeremos como pan”.


Dios fue quien dejó los gigantes en aquella tierra, no para que los derrotaran, sino para que ellos aprendieran a hacer la guerra, “ese problema que hoy enfrentas esta ahí, no para que te dejes vencer por el temor, sino para que le demuestres al mundo cuanta fe tienes en tu creador”.


“Cuando sientas que ya no puedes batallar, recuerda que Dios es quien te da las fuerzas para conquistar. No te preocupes por lo complicado que parezca tu situación, porque para Dios aún no existe un problema que no tenga solución. Lo que tanto te angustia y te causa desesperación, simplemente se trata de una distorsionada percepción”.


Humberto Cancio.


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