3 Juan 1:2 “Amado, mi oración es que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”.
Esta verdad eterna dice: “Amado yo deseo que seas prosperado”; no dice: “Amado yo deseo que seas bendecido”. ¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia entre un término y otro?
Pues bien, Bendecir es una palabra compuesta BEN – DECIR o sea decir bien, pero se refiere a un área específica. Mientras que la prosperidad encierra todas las áreas.
¿Que estoy tratando de decir con todo esto? que una persona bendecida no necesariamente es una persona próspera, ni una persona con mucho dinero es una persona próspera.
Una persona puede tener muchos bienes, pero si no tiene paz, no es una persona próspera, una persona puede tener muchas propiedades, pero si está enferma, no es una persona próspera, una persona puede tener muchas posesiones, pero si no tiene a Dios no es una persona próspera.
La prosperidad está relacionada con la integralidad, ese es el deseo de Dios para cada uno de nosotros, pero nos enseñaron a correr detrás del dinero, de los bienes materiales o del éxito, pensando que allí estaba la realización personal, pero cuando lo alcanzaron muchos se dieron cuenta que todo fue en vano.
Dios no quiere que seas exitoso o famoso, sino que seas próspero, que estés bien en tus finanzas, pero también lo estés en tu salud, en tu relación con Dios, en tu hogar, con tus hijos, con tus semejantes.
Cuando se habla de prosperidad inmediatamente lo relacionamos con bienes materiales, cruceros, y una vida de lujo y comodidades, pero ser próspero va mucho más allá de tener propiedades, es un equilibrio entre lo económico, espiritual, mental y emocional. No es próspero quien tiene un mayor capital, sino quien puede disfrutar la vida de una manera integral.
Humberto Cancio.
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