Hoy me gustaría compartir con ustedes una verdad poderosa que está en el libro de 1 Samuel 16:11“Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son éstos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí”.
Es impresionante ver como los designios de Dios o lo que el ha determinado nadie lo puede cambiar. Cuenta la palabra que Dios había dado la orden al profeta Samuel para que ungiera a la persona que asumiría como el próximo rey de Israel, Saúl rey actual había sido desechado.
El profeta en obediencia a lo que Dios le había mandado, va a casa de Isaí de Belén pero dejándose llevar por la apariencia física de ellos, decide ungir a uno de sus hijos, sin embargo Dios lo interrumpe drásticamente diciéndole: “No mires a su apariencia ni a lo alto de su estatura porque lo he desechado; pues Dios ve no como el hombre ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el corazón”. (1 Samuel 16:7).
Y no pudieron continuar con la ceremonia hasta que la persona que Dios había escogido no llegara y se sentara en aquel lugar que había sido reservado para él, y ese hombre era David.
¿Cuantos tal vez hoy están preocupados, angustiados, afanados que incluso ya no pueden conciliar el sueño porque llevaron una hoja de vida, presentaron una entrevista, aspiraron a un cargo, esperan un ascenso, pero nada que reciben respuesta positiva, y piensan que tal vez otro con mejores capacidades que ellos se quedó con esa oportunidad y perdieron la esperanza.
Pero yo he venido a recordarte en este día, que el lugar que Dios ha reservado para ti, ningún otro lo podrá ocupar. Nadie podrá sentarse a la mesa hasta que ocupes el lugar que Dios ha reservado para ti.
“Muy posiblemente hoy te levantaste experimentado el fracaso y las frustraciones, soportando la discriminación, y las constantes privaciones. Pero aunque sientas que para las grandes oportunidades has sido descartado, lo cierto es que nadie podrá tomar lo que te pertenece, porque desde el principio Dios así lo ha determinado”.
Humberto Cancio.
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