Hay una verdad eterna que seguramente usted alguna vez ha escuchado, esta en Mateo 8:8 “—Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano”.
Este es uno de los textos que más ha impactado mi corazón, por la manera como un hombre que no pertenecía a las élites religiosas de la época, ni buscaba su propio beneficio sino el de su siervo, logro impresionar a Jesús por su inquebrantable convicción.
Como este era un centurión, o sea un hombre que tenia a su cargo cien solados, tenia bien claro el principio de autoridad. Sabia muy bien que el que esta subordinado obedece sin poner resistencia a su superior.
Por eso este hombre tenia la certeza que si Jesús no desataba la palabra, el poder creativo de Dios no podría manifestarse.
Escuche bien: Lo único que hace que el poder de Dios entre en acción es su palabra. Todos los milagros que Jesús hizo iban antecedidos por una palabra: (Levántate toma tu lecho y anda, Lázaro sal fuera ) Si el no desata la palabra el milagro no ocurre. Es importante asegurarnos que el milagro que esperamos recibir esta respaldado por una palabra salida de la boca de Dios.
Termino con esto: “Quien ora por un milagro pero carece de una palabra de revelación, no tiene fe, lo que tiene es una simple ilusión”.
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