Marcos 5:25-29 “Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, 26 y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, 27 cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. 28 Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. 29 Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote”.
Me atrevo asegurar que el dolor más profundo de esta mujer no era por su flujo, sino por causa del menosprecio y el rechazo al que la sociedad la había sometido durante tantos años; ya que una persona con flujo de sangre en aquella época era considerada “inmunda”, por eso tenía que ser excluida de la sociedad para no ir a contaminar a los demás.
Sin embargo, esta mujer sabía que para acercarse a Jesús era necesario estar lo suficientemente cerca de Él, así que se arrastra por en medio de la multitud, sintiendo tal vez vergüenza de sí misma, o temiendo ser descubierta y acusada de haber contaminado al maestro.
Lo cierto es que ella sin importar las consecuencias, toma la decisión de tocar el borde del manto de Jesús y cuando lo logra, Jesús se da cuenta, por eso pregunta: ¿Quién me toco?... Yo me imagino que esta mujer se vio descubierta, sin embargo, algunos discípulos tratan de disuadir a Jesús diciéndole: ¿Cómo preguntas quien te tocó si toda la multitud te aprieta?
A lo que Jesús les responde:“Es que alguien me ha tocado de una manera diferente”.Y es que hay oraciones que aprietan, empujan, ultrajan y otras como la de esta mujer que realmente llaman la atención de Jesús por la reverencia, sinceridad y humildad con la que se acercan.
Jesús quería saber quién lo había tocado y esta mujer que pudo haberse quedado callada para evitar ser juzgada, decidió ponerse en evidencia ante todos reconociendo que ella había sido; pero Jesús hace que se coloque en pie no para condenarla sino para decirle: Marcos 5:34“Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote”.
Es interesante ver que lo primero que Jesús le dice es: Tu fe te ha hecho SALVA, pero ¿acaso ella no había ido por un milagro de sanidad? Analicemos nuevamente el verso 28 de ese mismo capítulo para hallar respuesta. Marcos 5:28 “Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Ella nunca dijo: “sere sana”.
Este texto confirma que ella no se acercó a Jesús por un milagro de sanidad, sino por su salvación, porque reconocía en Jesús al salvador del mundo. Esta mujer entendía que un milagro de cualquier indole sin salvación solo sirve para solucionar un incoveniente momentáneo, mientras la salvación es un regalo que tiene repercusión eterna, lástima que hoy día a mucha gente muy poco le interesa la salvación.
“La humildad es la virtud de reconocer que, a pesar de nuestros esfuerzos por ser mejores, aún nos falta para alcanzar la plenitud humana y espiritual. Solo quien reconoce con humildad su debilidad, podrá encontrar la fuerza interior para superarla; quien se cree perfecto, vivirá toda la vida engañado por sus imperfecciones”.
Humberto Cancio.
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