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“EL ÚNICO LUGAR DONDE DIOS NO PUEDE HABITAR, ES EN AQUEL CORAZÓN DONDE NO SE LE PERMITE ENTRAR”.

Apocalipsis 3:20 “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.


Cuentan que un hombre anhelaba con todas sus fuerzas conocer a Jesús, su deseo era tan grande que reunió todos los ahorros que tenía y se puso a la tarea de buscarlo en muchos lugares del mundo.


Estaba tan decidido que donde quiera que le decían que Jesús estaba él iba; así recorrió el mundo entero hasta que ya cansado de buscarle se sentó en la silla de un parque, agotado y lleno de frustración, hasta que un hombre se le acercó y le preguntó que en que podía ayudarle, y este le contó que estaba buscando a Jesús pero no había logrado ningún resultado.


Este hombre le dice: “No te preocupes, yo puedo ayudarte, si ves aquella montaña,- sí, bueno en la cima podrás hallar a Jesús…Fue tal su alegría que empezó a escalar inmediatamente la montaña, al cabo de varias horas y después de haber superado el difícil ascenso llegó a su destino, en el cual encontró a un viejo ermitaño al que le preguntó por Jesús.


El viejo le dijo: “¿Realmente quieres conocerlo?” el hombre sin dudarlo le dijo que si. Entonces el ermitaño lo metió de cabeza en una tina con agua que conservaba en aquel lugar…Después de varios minutos y sin que el hombre pudiera safarse de la presión que hacía sobre su cabeza, el viejo ermitaño lo dejó salir de debajo del agua, diciéndole: “El día que anheles a Jesús con todo el corazón como anhelabas el aire cuando estabas sumergido bajo el agua ese día lo vas a encontrar”.


Esta ilustración nos deja una gran enseñanza y es que es imposible hallar a Jesús si realmente no lo anhelamos con todas las fuerzas de nuestro corazón. Según esta verdad eterna Jesús siempre esta dispuesto a entrar a nuestras vidas a compartir con nosotros pero él es un caballero y no va a entrar en una casa, en una vida, en un hogar, en un lugar donde no lo invitemos. “Para que Jesús en nuestras vidas pueda quedarse a vivir, es necesario que las puertas de nuestro corazón las decidamos abrir”. Si deseas abrir las puertas de tu corazón te voy a invitar para que hagamos esta oración juntos: “Señor Jesús reconozco que soy pecador, estoy arrepentido, reconozco que tu eres el hijo de Dios, y que al derramar tu sangre por nuestros pecados, nos resucitaste juntamente contigo y nos hiciste sentar junto a ti en los lugares celestiales. Hoy abro mi corazón y te recibo como mi señor y salvador personal, te ruego en este día, que entres a mi vida y que tu reino gobierne todo mi ser. En el nombre de Jesús amen”.


“Dios es el más interesado en tener con nosotros de una excelente relación, pero a veces no se lo permitimos por estar enfocados en cosas que ocupan nuestra atención. Lo que no le ha permitido al hombre con Dios tener comunión, no es que Dios no tenga tiempo, es que para hacerlo el hombre siempre tiene una justificación. Es imposible que Dios entre a la recamara secreta de nuestro lugar de habitación, sino existe un espacio para Él en nuestro corazón”.


Humberto Cancio.




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