Hay una verdad eterna poderosa en el libro de Jeremías 31:3 “Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.
Alguien alguna vez dijo: “Lo que sujetó a Jesús en el madero no fueron los clavos sino su amor por nosotros”. Y es tan certera esta frase porque efectivamente Jesús no tomó la decisión de morir en la cruz a última hora en el huerto de Getsemaní cuando se sintió acorralado por sus enemigos, sino desde el mismo instante que aceptó el desafío de venir a este mundo.
Jesús siempre supo que había venido a salvarnos de la separación eterna y sin embargo jamás renunció a su propósito, por eso estuvo dispuesto a hacer la voluntad del padre y renunciar a su propia voluntad.
Que significa que el amor de Dios sea eterno, significa que es un amor que no tiene principio ni tiene fin, que no es circunstancial, que no es condicionado, que no cambia, que siempre está ahí dispuesto para todos nosotros.
En el mundo existe un vacío de amor por no haber comprendido esta verdad, Dios nos ama con amor eterno, su amor hacia nosotros no se acaba con el tiempo, ni tiene fecha de vencimiento.
Lo que pasa es que pensamos que el amor de Dios es como el amor de los hombres y las comparaciones son odiosas porque Dios no nos ama por interés, él no nos traiciona, o deja de amarnos cuando cometemos algún error, o cuando ya no tenemos nada que ofrecerle.
Tal vez te levantaste hoy con un vacío en tu corazón, sintiendo que nadie te ama, ni tus padres, ni tu cónyuge, ni tus hijos, ni los que decían ser tus amigos, y eso pueda que sea cierto, pero por encima de esa realidad, existe una verdad eterna poderosa y es que el Dios que te creo nunca ha dejado de amarte, sin importar tu condición, ni las equivocaciones que hayas cometido.
Dios pone en mi corazón que te recuerde en este día que Él te ama con amor eterno y que por lo tanto te ha prolongado su misericordia.
Humberto Cancio.
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