Éxodo 32:15 “Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí”.
Coloquémonos en contexto para poder comprender el texto. Moisés había subido por las tablas de la ley a lo más alto del monte Sinaí en donde debería permanecer por espacio de 40 días, pero como al pueblo de Israel le parecía que se demoraba demasiado en descender con la respuesta de Dios, decidieron hacer sus propios dioses.
Reunieron a todo el pueblo y tomaron los zarcillos que se ponían en sus orejas los fundieron y con ellos hicieron un becerro de oro el cual adoraron. Con esto lo que quedó demostrado es que Israel efectivamente había salido de Egipto, pero nunca lograron sacar a Egipto de sus corazones, por eso seguían tan aferrados a las tradiciones y costumbres de aquella tierra.
Según estudios realizados se estima que en el antiguo Egipto se veneraban aproximadamente a 700 dioses entre ellos APIS que era el Dios de la agricultura representado por un toro e Israel no pudo evitar ser permeada por estas formas de culto religioso, es por eso que terminan convirtiendo a un becerro de oro en su dios.
Pero esto no solo ocurría en los tiempos de Moisés, actualmente también existe una generación que continúa siguiendo las costumbres y tradiciones impuestas por sus antepasados, sin haber confirmado a través de la biblia si esa forma de culto que practican es algo que Dios aprueba.
La ceguera espiritual en la que Israel se encontraba le impedía creer en un Dios al que no podían ver, el velo en sus ojos era tan grande que no se daban cuenta que ninguna escultura hecha por mano de hombres por más espiritual y hermosa que parezca puede oír, hablar, o entender; venerar ese tipo de objetos religiosos es según la palabra de Dios idolatría, algo que Dios abomina como lo afirma Éxodo 20: 4 - 5 “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”.
El pueblo de Dios necesitaba ver para poder creer, por eso deciden construir una escultura que representara a Dios, convencidos que venerándola o postrándose ante ella estaban adorando a Dios, pero lo que hicieron fue enojarlo de tal manera que lo que menos Dios quería era seguir con ellos.
¿Porque poner la esperanza en un becerro, una imagen, una escultura o cualquier otro tipo de objeto religioso si eso no es Dios? Mucha gente no lo sabe, pero la más grave consecuencia del pecado de idolatría es que la presencia de Dios se aparta de aquellos que usan ídolos para representar a Dios. Por eso es que Moisés tiene que suplicarle al señor: “Si tu presencia no ha de ir con nosotros, no nos saques de aquí”.
Para Moisés perder la presencia del Dios verdadero significaba quedarse desamparado, sin dirección, sin protección, sin provisión, significaba perderlo absolutamente todo, por eso le dijo al señor: “Si tu no vas a ir con nosotros no nos saques de aquí”, en otras palabras, prefirió morir en el desierto, renunciar a las bendiciones de la tierra prometida antes que perder la presencia de Dios.
Moisés prefirió la presencia de Dios antes que los ídolos y Dios le recompensó en gran manera y esa misma determinación es la que nosotros deberíamos tomar también de no permitir que en nuestro corazón hayan otros ídolos o existan otras cosas que le roben el primer lugar a Dios.
“La persona más exitosa en el mundo no es aquella que más bendiciones ha logrado coleccionar, sino aquella que de la presencia de Dios nunca se ha dejado apartar”. “Dios sin nosotros sigue siendo Dios, pero nosotros sin Dios solo barro somos”.
“No hay forma de poder criar bien a nuestros hijos, tener paz, matrimonios exitosos, ser buenos maestros, excelentes empleados o hijos ejemplares, sin la presencia de Dios. Lo que realmente le da sentido y propósito a nuestra existencia, no son las ideologías, tradiciones, creencias, religiones ni filosofías, solo cuando la presencia de Dios se convierte en lo más importante de nuestras vidas”.
Humberto Cancio.
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