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  • humbertolocutor

“AMEMOS A LOS PERDIDOS COMO CRISTO LOS AMÓ”. Marcos 1:40-42


Marcos 1:40-42 “Un hombre con lepra se acercó, se arrodilló ante Jesús y le suplicó que lo sanara. —Si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio —dijo. Movido a compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó. —Sí quiero —dijo—. ¡Queda sano! 42 Al instante, la lepra desapareció y el hombre quedó sano”.


La biblia no da muchos detalles acerca de este hombre con lepra, pero podemos suponer que tenía un nombre, una familia, o una posición en la sociedad, pero esta enfermedad que no respeta condición social tocó su vida, trastornando su estilo de vida por completo.


En la antigüedad la persona que padecía lepra era consideraba inmunda, eso implicaba que no podían tener ningún tipo de contacto, ni relacionarse con los que estaban sanos, generalmente eran expulsados a las afueras de la ciudad y se les obligaba a usar una campanita y gritar: “Inmundo soy” para alertar a las personas y estas se pudieran apartar de ellos sin ser contaminadas.


Creo que lo más grave de la enfermedad de este hombre no era solo tener que soportar el olor nauseabundo por la descomposición de su propia piel y ver como partes de su cuerpo se le caigan en pedazos, sino el menosprecio de la gente. Por eso fue tan impactante su encuentro con Jesús, porque a pesar de tener lepra Jesús lo tocó, ese contacto físico que tal vez llevaba años sin recibir fue lo que lo sanó.


En el panorama actual, encontramos a un mundo que necesita también ser aceptado y abrazado con el amor de Jesucristo sin importar su condición y lo que encontramos es una iglesia implacable que rechaza, juzga y no perdona como si perteneciéramos a una raza superior todo porque nuestros pecados no son tan grandes como el de un delincuente, un borracho, una prostituta, un adultero, un fornicario o alguien que tiene otro tipo de preferencias sexuales, como si las iglesias hubiesen sido hechas para gente santa.


Si con cuerdas de amor Dios nos rescató de ese mundo de perdición en el que nos encontrábamos, porque cerrarle la puerta, o negarle la posibilidad a aquellos que no han sido alcanzados por la gracia de Dios.


El Jesús de la biblia murió no por unos cuantos iluminados sino por todos los pecadores y eso nos incluye a usted y a mí, tocó a los leprosos, tuvo compasión de las multitudes, fue detrás de la oveja perdida, la perniquebrada, la descarriada, sanó, consoló, perdonó a la prostituta, invitó a su equipo a cobradores de impuesto que habían sido corruptos, en su mesa se sentó el que lo vendería por unas pocas monedas de plata, los hijos del trueno por su fuerte temperamento, le lavó los pies al que tres veces lo negó, todo porque amó.


Iglesia no podemos olvidar que Jesús no vino a este mundo por los sanos, sino por los enfermos, por los perdidos, no por los que creen que no necesitan salvación; aclaro que digo esto no porque no quisiera salvarlos a todos sino porque es imposible sanar al que cree está sano, o guiar a quien cree que no esta perdido.


La biblia dice en Juan 3:16 “De tal manera amo Dios al mundo que entrego a su único hijo”, Jesús amó al mundo que nosotros como el leproso de la historia rechazamos para no contaminarnos con la lepra del pecado.


Cuentan que un líder religioso hizo un experimento que busca demostrar cuanto amor tenían sus feligreses por los perdidos, aquel día se disfrazó de indigente y lo que recibió fue el rechazo de todos. Cuando el hombre de ropas raídas y mal arreglado se subió al escenario, inclusos los de seguridad intentaron bajarlo del púlpito para que no cometiera un sacrilegio.


Todos quedaron avergonzados al descubrir finalmente que se trataba de su líder espiritual.


Hoy hay una lepra que carcome al pueblo de Dios y que está matando a las iglesias, más fuertes que la del leproso de la historia que hoy compartimos y es la lepra de la “indiferencia y la falta de compasión”.


Si amáramos a los perdidos como Cristo los amó, no existiría nadie en el mundo que no amara a Dios”.


“Se requiere fe para creer que algo bueno puede pasar, pero se necesita valentía para en medio de la adversidad perseverar. El éxito no se logra con solo desearlo, se debe tener el coraje para superar los obstáculos y alcanzarlo. No esperes que lo que deseas venga a tus manos, levántate, avanza, lucha por ello y serás recompensado”.


Humberto Cancio.


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