El afán no es otra cosa que la actitud de entregarse a una actividad con todo su interés, o sea una persona que se afana, se entrega con todo su interés a aquello que le preocupa, en otras palabras, el afán es concentrarse o enfocarse excesivamente en un problema.
Para la persona afanada lo único que existe es su preocupación y la vida se le va en como resolver el inconveniente y en ello medita la mayor parte del tiempo.
Por eso no encuentra salidas, ni puede disfrutar la vida, porque no tiene ojos para nada mas.
Para ser libres del afán y la ansiedad, el señor recomienda que todas esas preocupaciones sean presentadas delante de Dios:
Numero 1: Con toda ORACIÓN y, RUEGO o sea (Pedir con mucha humildad) y
Numero 2: Con ACCIÓN de gracias o sea debemos hacerlo con gratitud, no con exigencia, por imposición o porque creemos merecerlo.
Ahora, no se trata de presentar las peticiones ante Dios solamente, se trata de confiar verdaderamente, en que Él es capaz de ayudarnos a resolver cualquier dificultad por más difícil que parezca y que no solo tiene el poder, sino la disposición para hacerlo.
El problema de orar a Dios sin contar con la más mínima convicción, es que salimos de su presencia con las mismas cargas que afligían nuestro corazón, demostrando con nuestra actitud que nunca creímos lo suficiente como para dejar de preocuparnos por aquello que supuestamente le habíamos confiado en oración. Quien confía no se preocupa y quien se preocupa no confía.
La palabra es clara cuando dice que por NADA estemos afanosos y NADA es NADA.
Cuando dejamos de enfocarnos en el problema y nos enfocamos en aquel que puede resolverlos, no solo derrotamos el afán y la ansiedad, sino que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos.
Humberto Cancio.
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